Por David Uriarte /

No hay plazo que no se cumpla ni fecha que no se llegue, esto le queda como anillo al dedo a los gobernantes que dejaran su cargo el próximo año.

La conducta humana es hasta cierto punto predecible, y la de los resentidos más, algunos expulsados de la administración federal, estatal o municipal -al margen de su causa- anidan resentimientos usados en contra de sus jefes a la hora de las decisiones, en este caso a la hora de las definiciones políticas.

Los resentidos no se reducen a ex-trabajadores del poder ejecutivo como tal, también están los políticos del poder legislativo, aquellos que montaron el poder por años y hoy están en la sala de espera de una nueva oportunidad.

Los resentidos desconocen lealtades y agradecimientos, anteponen su narcisismo como cuota de poder político sobredimensionando sus habilidades, sin embargo, es propio de la época y de la anatomía del poder.

La fuga de información es el resultado de las renuncias incomodas, de las renuncias marcadas por la ambición legítima de quienes aspiran a gobernar o representar a los ciudadanos de su municipio o estado.

El grado de resentimiento del que se va, depende de las expectativas cumplidas, por ejemplo, el que renuncia y se lleva en su bolso una Fiat de notario, su grado de resentimiento es nulo… Pero el que se va, y se lleva rencores y frustraciones por no haber recibido lo que a su juicio era justo, ese arrastra un grado de resentimiento robusto.

La mezcla de información “confidencial” más la animadversión con el exjefe, hacen una especie de veneno letal para la sana transición entre el que se va y el que arriba a la silla del poder.

El grupo de resentidos contra el gobernante no se reduce a los ex-colaboradores, se robustece con los resentidos por no haber sido llamados a colaborar, y por los agraviados en las resoluciones o toma de decisiones como actos de gobierno.

En el último año de gobierno, la suma de los resentidos más los opositores partidistas, hacen una carga pesada que ‘trasmina’ los siguientes años poniendo en riesgo la credibilidad del gobernante que se va.