Por David Uriarte /
Después de un infarto, de un cáncer o de una enfermedad catastrófica; ya nada es igual. Después del triunfo de Andrés Manuel López Obrador hay que entender que ya nada es igual para la política tradicional y los políticos tradicionales.
La única manera de competir en el mercado de la política nacional es ofrecer alternativas mejores, alternativas prácticas que se puedan aterrizar en el mundo de los conflictos sociales.
Hoy más que nunca, los intelectuales de la política han sido rebasados por los aprendices de la lógica, los del sentido común, los empáticos de las emociones de los que votan; los pobres y la clase media en extinción.
El sabor amargo de la derrota de unos es la raíz de la dulzura del triunfo de otros, por eso, ya es tiempo de romper los paradigmas y entender que nada es para siempre… por eso, el día que ganó el PRI, empezó la cuenta regresiva de su derrota; lo mismo le pasó al PAN, y en esta lógica lo mismo le pasará a MORENA, la diferencia se llama tiempo.
Las primeras generaciones de panistas no alcanzaron a ver el triunfo de su partido, y algunas generaciones de priistas no alcanzaron a ver la derrota de la famosa aplanadora del PRI.
En medio de los grandulones de la política partidista PAN-PRI, se empezaron a construir los cimientos del morenismo en la década de los sesentas; primero inconformidades sociales encabezadas por estudiantes, después movimientos subversivos como la liga comunista 23 de septiembre.
En Sinaloa el PSUM, el MRM, los tiempos de la hoz y el martillo, y los tiempos de muchos que ya se fueron y otros que están la etapa de la memoria gloriosa de sus batallas ideológicas. Del esténcil y su olor a tinta a las redes sociales, es como de la época de las carretas a las naves espaciales, del perifoneo y pintas nocturnas a las Tecnologías de la Información y la Comunicación.
En medio siglo se incubó la política diferente, se construyeron nuevos paradigmas sociales que reventaron las ideologías añejas y anquilosadas de una estructura del poder político cuya funcionalidad llegó a su término. La estrategia de los perdedores no puede ser la crítica per se, y la estrategia de los ganadores no puede ser la soberbia del triunfo.