Por David Uriarte /

La crisis es la antesala de la mejora, es la metamorfosis que convierte un problema en una solución, eso es lo que está pasando en la crisis que enfrentan las Universidades de Sinaloa con el gobierno del estado.

Esta crisis tiene algunas particularidades, la primera o más evidente, es el silencio de dos universidades autónomas en Sinaloa, la Universidad Autónoma de Occidente (UAdeO), y la Universidad Autónoma Indígena de México (UAIM), la razón de su silencio y alineamiento con la promulgación de la Ley de Educación Superior del Estado de Sinaloa publicada el 28 de febrero de este año, es entendible y no merece mucho análisis.

Desde la década de los setenta del siglo pasado, la UAS enfrenta de manera cíclica, diferencias con el gobierno donde el centro de la discusión siempre o casi siempre es su autonomía, la forma de interferir o querer arrebatar el control de su autonomía por parte del gobierno, es ahorcándola en sus participaciones presupuestales, e interfiriendo en su ley orgánica, la diferencia con la ley recién publicada es lo relativo a su autonomía.

Los jaloneos entre el poder de las intenciones del gobierno y la respuesta de la UAS han dejado al descubierto dos cosas: la poca o nula solidaridad de las otras universidades afectadas por la Ley, y las virtudes de la UAS.

La crisis es un detonante para levantar del adormilamiento a la comunidad universitaria, poner alertas a padres de familia y a la sociedad sobre los riesgos que implica vulnerar la autonomía de la UAS.

Con la crisis, la sociedad se está enterando que la UAS tiene poco más de 160 mil estudiantes, cuenta con 54 unidades académicas donde residen 189 licenciaturas, una de las ofertas educativas más amplias del país, en la UAS el 94% de los profesores investigadores cuentan con posgrado y más de 500 son parte del Sistema Nacional de Investigadores.

Si del uso de los recursos se trata, a la UAS le han realizado 33 auditorías por parte de la federación, lo que no hay que perder de vista, es el verdadero objetivo de todo esto que hoy vive específicamente la UAS, el Congreso, el gobierno, y la sociedad.

La verdadera motivación para semejantes confrontaciones debe estar fundada en intereses fuertes y profundos que tal vez gran parte de la sociedad desconoce, pero ellos, los actores, los conocen y venían esperando la oportunidad para los cobros correspondientes a través del poder.