Por David Uriarte

A seis meses del relevo gubernamental en Sinaloa, la sociedad experimenta un claro-oscuro en muchas áreas, los servicios de salud brillan en materia de promoción y prevención, las jornadas de vacunación buscan una cobertura total, sin embargo, lo relativo a medicamentos de alta especialidad siguen en periodo de espera.

Es fácil leerlo, pero difícil superarlo cuando se tiene un familiar con el diagnóstico de cáncer, no importa la edad, cuando la vida está amenazada así se trate de un niño con leucemia, una mujer con cáncer de mama o cervicouterino, un adulto con cáncer de próstata… cirugía, medicamentos o radioterapia son indispensables para curar o palear las enfermedades neoplásicas, por su nombre técnico o clínico.

Otro contraste evidente se da en el caso de las niñas, adolescentes y mujeres, por una parte, se promueve con vehemencia sus derechos, se dan platicas, cursos, talleres, relativos a los derechos y empoderamiento de las mujeres, se instituyen instancias gubernamentales en el estado y los municipios, se hace sinergia con las universidades y todos los sistemas educativos. Sin embargo, los feminicidios van al alza, la violencia contra las mujeres sigue un rumbo no deseado, la desintegración familiar sigue cobrando su cuota: agresión, violencia y homicidio son las palabras que hay que borrar del diccionario de la conducta social.

La civilidad política está manchada por los excesos del poder, la tensión en el gobierno es propia de las diferencias partidistas, sin embargo, cuando la tensión se da entre los del mismo color, algo está pasando, hay liderazgos rebasados o subordinación in situ.

La visibilidad de los poderes nunca había sido tan obvia, tampoco los saques de tres bandas o las injerencias entre ellos, el tono de las expresiones de los agraviados ya no guarda la prudencia esperada, la sociedad vive ‘al filo de la butaca’ viendo un espectáculo donde la fuerza política impondrá un vencedor: técnicos contra rudos.

Por si algo faltara en el claro-oscuro de Sinaloa, la terrible y triste noticia que conmueve a la sociedad en general y al gremio periodístico en particular, el asesinato del analista político Luis Enrique Ramírez Ramos, se cumplió su profecía.

Si a un año del trágico accidente de la línea 12 del metro en la ciudad de México no hay nadie tras las rejas, la fiscal general del Estado de Sinaloa, Sara Bruna Quiñonez tiene la palabra y la sociedad: espera.