Por David Uriarte /
El cólico siempre anuncia algo, es la urgencia de atención, es el espasmo a veces esperado y a veces no, en fin, el cólico político es el espasmo que activa la acción en aquellos que estaban esperando el momento para abrir la puerta de la espera y la disciplina, tomando la calle y expresando abiertamente sus deseos y necesidades políticas.
Para unos cólicos, para otro prurito, pero todos con la urgencia en la víspera de los tiempos oficiales que les permiten hacer campaña o decir abiertamente que quieren ser el próximo gobernante, diputado, presidente municipal, o cualquier figura representativa en el poder legislativo o ejecutivo.
Muchos tienen cólico político, sin embargo, no todos expresan lo que sienten, están a la espera del rescate político, a la espera de la pastilla que alivie su dolencia y preocupación.
Hay dos listas de personas con cólico político, la lista ya conocida y anunciada desde siempre, y la lista tapada o escondida. De la lista tapada o escondida hay verdaderas sorpresas, la sorpresa de los “ungidos”, y la sorpresa de los “ingenuos”.
De los ungidos hay mucho que decir, pero de los ingenuos mucho más. El cólico político de los ingenuos es un verdadero espasmo cerebral, es la idea de quienes siguen creyendo en sus virtudes y potencialidades, en el espejismo de una democracia teórica, en la inclusión de una política partidista que “ahora sí los tomará en cuenta”.
De la ingenuidad a la disfunción cognitiva cuando de política se trata, hay una distancia pequeña. Los políticos viejos y los aspirantes a la política tienen el mismo riesgo de padecer el cólico político, les puede ganar el desespero, pueden invocar la frase o la idea de que “el que pega primero pega dos veces”.
Derivado del cólico político aparecen las conductas disruptivas como los espectaculares maliciosos, los mensajes en redes sociales, las muestras de simpatía y altruismo que antes no se veían; el trabajo político partidista con el discurso incendiario, en fin… los políticos con cólico ya están dejando su rastro de miedo a no ser tomados en cuenta por quien tiene la última palabra: los votantes.