Por David Uriarte /

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos señala muchas prerrogativas y restricciones, pero no dice que los adversarios políticos se deban querer -mucho menos odiar-, en esta lógica, hay que entender que una cosa es el deseo legítimo de gobernar y otra la decisión de los gobernados en las urnas.

Las divisiones políticas han fortalecido al partido en el poder, tienen pulverizada a la oposición y arrinconada a la conciencia cívica de una sociedad quejumbrosa pero poco participativa.

Los números históricos revelan que en Sinaloa la proporción de ciudadanos que participan depositando su voto en las urnas siempre es alrededor del 50% en el mejor de los casos, ¿Dónde quedan y que hacen los demás? Esa es la pregunta que tiene la respuesta cuando de democracia se habla: la participación y no la queja.

En Sinaloa el miedo a perder políticamente es lo que genera acercamientos y alianzas de partidos, atrás queda el orgullo, la identidad y el origen de sus principios, lo que se busca es seguir siendo opción.

Como reza el refrán “el miedo no anda en burro”, por eso ahora son civilizados y confluyentes en el mismo propósito: hacer perder al partido en el poder… como estrategia es extraordinaria, como imagen es otra cosa.

En los números reales y no viscerales, el PAS arrastra un rendimiento interesante, una proporción que sumada a cualquier otra construye el triunfo electoral del 2021.

Lo peor que les puede pasar a los sinaloenses es persistir en la división partidista por mantener egos narcisos, sin embargo, la evidencia o muestra de la funcionalidad del partido en el poder -si es tal-, se mantendrá en el poder a pesar de cualquier estrategia o argucia partidista.

Convencer a la ciudadanía en general que salga a votar, debe ser el principio rector de las actividades partidistas, si siempre votan los mismos siempre se tendrá el mismo resultado, si se quiere modificar los resultados hay que hacer otra cosa.

No se trata de emociones o pasiones personales, se trata de la gobernabilidad de Sinaloa, de la seguridad pública, de la salud, la educación y la economía familiar por decir lo menos. Mientras tanto, haciendo números es evidente que el PAS es el fiel de la balanza.