Por David Uriarte

Las enfermedades mentales gozan de un desprestigio, de un estigma derivado de la ignorancia, de prejuicios enraizados en una cultura que privilegia lo fácil, lo mágico, lo superficial, las creencias sin fundamentos, incluso los dogmas de fe.

Las enfermedades mentales son como cualquier otra enfermedad, se enferma el riñón, el hígado, los ojos, en fin, todos los órganos y tejidos pueden en determinado momento empezar a funcionar mal.

Lo desconocido es materia de estudio de la ciencia, es la encargada de buscar la raíz y origen de los signos y síntomas de todas las enfermedades, el cerebro proporciona datos concretos cuando su función se desvía o deja de cumplir con las tareas asignadas; el lenguaje de un cerebro dañado puede ser sutil, de tal manera que su dueño se acostumbre o crea que eso es lo normal, o puede ser el grito desesperado que alerte a la persona y su familia de manera súbita.

En el caso de la depresión, el rango de sintomatología es variado, incluso puede haber un estado depresivo sin conciencia, es decir, la persona depresiva puede llegar a creer que simplemente así es su vida, algunos confunden depresión con tristeza y otros, tristeza con depresión, para entender la diferencia hay que recurrir a la analogía: -todos los hielos son fríos, pero no todo lo frío es hielo-.

Es la ciencia la luz que ilumina la obscuridad de la ignorancia, las investigaciones del funcionamiento cerebral aún son inconclusas, todos los días aparecen aportaciones interesantes, cada vez más se dividen o clasifican las personas con sintomatología especifica en los trastornos del ánimo como la depresión.

Hoy se sabe la importancia de la alimentación, la importancia de los rayos del sol, y la importancia de los amigos en las personas deprimidas.

Las investigaciones demuestran que el noventa por ciento de serotonina se produce en el tracto digestivo, es una substancia química, un neurotransmisor que influye en el estado de ánimo, la concentración, autoestima, regula el apetito, controla la actividad motora, la percepción, y la función cognitiva, por eso hay que revisar lo que está comiendo la persona, revisar sus hábitos, aquí juega un papel importantísimo el sol y los amigos.

Muchas personas añosas por no decir viejos, se la pasan recluidos en sus domicilios como un mueble más del menaje de su casa: muchos están deprimidos.