Por David Uriarte /
Ni las mejores series de suspenso protagonizan mejor a un asesino serial como la pandemia del Sars-Cov2. A dos años de su descubrimiento, millones de infectados y miles de muertos, pretende despedirse con un adiós igual de catastrófico que a su llegada: infectados, enfermos y muertos.
La ciencia no pide que le crean, sólo investiga, descubre, y demuestra de manera objetiva la forma de operar de ciertos hongos, parásitos, bacterias y virus.
La ciencia ha podido construir o descubrir moléculas para nulificar, detener o destruir hongos, bacterias y parásitos, donde le ha quedado a deber a la humanidad es en el tema de los virus.
Desde la llegada del Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH) en 1982, y en consecuencia el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA), los investigadores en Estados Unidos y en otras partes del mundo, han recibido miles de millones de dólares para promover la investigación en favor de la humanidad, sin embargo, los resultados son magros por no decir deficientes.
Llama poderosamente la atención que a seis meses de la pandemia del Sars-Cov2, por obra de la ciencia aparecen las vacunas contra el asesino serial, ¿Será un negocio? ¿Será un virus construido en un laboratorio?
Serán tantas cosas como ideas surjan en la mente de los optimistas o de los pesimistas, lo cierto es que se han repartido y aplicado miles de millones de vacunas; la industria farmacéutica en su división de inmunoterapia, se ha enriquecido como nunca, incluso hubo mercado negro de vacunas.
El virus asesino elimino a millones de personas, puso de luto miles de familias, pero también enriqueció a la industria farmacéutica; laboratorios de análisis clínicos; gabinetes de imagenología; a la industria del oxígeno medicinal; a los negocios de venta de aparatos como los oxímetros, y las mascarillas con reservorio para el oxígeno.
Proliferó la venta de cubrebocas de todo tipo y de muchos precios; se encarecieron las pólizas de gastos médicos mayores; se fortalecieron los negocios funerarios, de velación, cremación y parques funerarios o panteones. La industria farmacéutica terminó en desabasto como nunca se había visto, todo por culpa del asesino serial.
Los daños colaterales del asesino serial son inconmensurables.