Por David Uriarte /
Planes, programas y proyectos de las políticas públicas, están en periodo de espera, será cuando se le antoje a don coronavirus liberar la voluntad de los políticos, mientras tanto, el tufo de la muerte se esparce por todo el mundo.
Las confrontaciones de los políticos -entre ellos-, son pleito de niños comparado con la confrontación pandémica, al cambiar los modelos conductuales de la vida social, todos los esquemas y pautas de proselitismo político se modifican… hoy no se puede abrazar, besar, saludar de mano, incluso, ni hablar de frente sin tener de por medio una barrera aislante entre las personas que pretenden interactuar.
El conteo alegre de reunir 50 ó 100 mil personas en un estadio, plaza, o lugar designado para transmitir el mensaje político, por lo pronto, es historia. Hoy la salud es prioridad, mañana que puede ser dentro de seis meses, vendrá el rediseño estratégico de las políticas públicas, y la política partidista.
Los aspirantes a cualquier puesto de elección a través del sufragio, deben buscar la forma de darse a conocer a través de sus obras, ideas, participaciones previas en la vida política local o federal; pensamientos, propuestas, trayectoria académica, científica, social, cultural, empresarial, incluso familiar o religiosa.
Dos columnas van a soportar las aspiraciones de los políticos a partir de la pandemia, su fortaleza y alcance como político, y su capacidad para conectar con su nicho de mercado social. En esta segunda variable, la forma de comunicarse será la clave, deberán tener asesores en comunicación, expertos en Neuromarketing que puedan establecer rutas de acceso a la conciencia del votante.
Es bueno repartir despensas, utensilios de limpieza, guantes, cubrebocas, desinfectantes, y de paso agregarle lo que ellos creen que es información subliminal. Sin embargo, las evaluaciones en las urnas no reflejan la reciprocidad esperada, menos cuando el reparto de despensas se hace en colonias de clase media.
En estos tiempos de pandemia van a surgir los verdaderos asesores de la política, asesores que conozcan el comportamiento humano cuando el miedo a enfermar y morir, es el virus más terrible que el propio coronavirus.