Por David Uriarte /

A principios de 1998 sale al mercado farmacéutico el sildenafil, una substancia química comercializada por el laboratorio Pfizer, indicada para el tratamiento de la disfunción eréctil que es la incapacidad para tener o mantener una erección del pene suficiente para un desempeño sexual satisfactorio.

Desde la llegada del sildenafil –primer medicamento autorizado por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) en Estados Unidos– la Secretaría de Salud en México, y prácticamente todas las autoridades sanitarias en el mundo, la disfunción eréctil ha dejado de ser una preocupación para millones de parejas.

Pfizer investigó el sildenafil (Viagra), Bayer el Vardenafil (Levitra), Lilly el tadalafil (Cialis), Abbott el clorhidrato de apomorfina (Uprima), y Schering la fentolamina (Z-MAX); estas moléculas o sales farmacéuticas se administran por la vía oral.

También salieron al mercado substancias que se introducían por la uretra como el alprostadil de laboratorio Ferring (Vitaros). Y además, medicamentos inyectables en el pene como el “Caverject” de laboratorio Pharmacia Upjohn. Untados en la piel como el “LowTiyel” de laboratorio Abbott que contiene testosterona.

La industria farmacéutica vio en la disfunción eréctil un mercado jugoso, de hecho, superó los procedimientos quirúrgicos. Las famosas “bombitas” como la que hizo popular el actor Andrés García, quedaron en el registro de la historia terapéutica de lo que en el siglo pasado se llamaba impotencia.

La cultura latina es una cultura androcéntrica y falocrática: falocrática porque hay una reverencia y culto a los genitales masculinos. El significado de la erección en un hombre tiene mucho que ver con su identidad de género donde la cultura es la suma de comportamientos, actividades y atributos considerados apropiados.

Así como el mercado de la cosmética en las mujeres, el mercado de la erección en hombres y mujeres tiene una participación millonaria, esto significa que más allá del instinto reproductivo, la pulsión placentera domina la conducta erótica en la especie humana, haciendo de la erección una representación de poder y dominio androcéntrico y falocrático.