Por David Uriarte

 

El coraje ante una pregunta es la primera proyección que afirma una respuesta inconsciente y a veces muy consiente.

Los datos del semáforo delictivo en México, revelan mucho más que números, revelan identidades, descubren la verdadera vocación de una parte sustantiva del tejido social.

De las once variables que mide el semáforo delictivo, homicidio, secuestro, extorsión, narcomenudeo, robo a vehículo, robo a casa, robo a negocio, lesiones, violación, violencia familiar y feminicidio, las que sobresalen por su frecuencia son las del robo.

Del registro total de delitos en México, el 48.7% pertenece a robos, es decir, cinco de cada diez delitos tienen que ver con delincuentes que a toda costa quieren lo que no es de ellos, lo que otros tienen, lo que otros compraron; obedecen a la ley del menor esfuerzo, no quieren trabajar, y probablemente ellos dijeran, ese es mi trabajo “robar”.

Hay quienes afirman o creen que el número de delitos registrados en México tiene el sesgo del subregistro, esto significa que los casos registrados son menores a los ocurridos. Ninguna conducta delictiva es la esperada en la sociedad o en la familia, por eso la pregunta ¿tú o algún miembro de tu familia es delincuente?

Si tú has matado, vendido droga, robado, lesionado, violado, o violentado a tu familia, entonces perteneces a los que construyen estadística delictiva de alto impacto. El asunto va más allá cuando se habla de delincuencia y delincuentes, pues son muchísimas más las conductas que configuran delito, los enumerados son los más representativos.

Una sociedad donde prevalecen y predominan los rateros como fuente de conducta delictiva, es una sociedad opaca, poco confiable, más que primitiva, floja, desmotivada para la autorrealización y el bienestar.

A las cosas hay que llamarles por su nombre, el que mata es un homicida y el que roba es un ratero, si en el proceso de la conducta ilícita sucede una tragedia, el objeto como realidad cambia, pero la representación del objeto es la misma, es decir, cómo sacar de la mente la idea de que el que roba es un delincuente, aunque la desgracia lo alcance en el camino de su conducta sociopática.

 

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