Por David Uriarte /

Hay mucha distancia entre lo que ha pasado y puede pasar en el conflicto de la UAS y el Gobierno.

No quisiera ni acordarme de los disturbios universitarios en la década de los setentas del siglo pasado, mucho menos de la placa que prevalece en la entrada principal del emblemático edificio Rosalino, en la placa se lee lo siguiente, AQUÍ FUE ASESINADA LA ESTUDIANTE MARIA ISABEL LANDEROS AVILÉS. POR ÓRDENES DEL GOBERNADOR A. VALDES MONTOYA EL DÍA 7 DE ABRIL DE 1972.

En aquel tiempo, las marchas, quema de camiones urbanos, destrozos y pintas, eran frecuentes, pasó medio siglo de tranquilidad relativa, donde la Universidad Autónoma de Sinaloa se dedicó a lo sustantivo, a privilegiar a los alumnos de bachillerato, licenciaturas, maestrías y doctorados, con una formación académica de primera, así lo registra la historia, basta el ejemplo de los egresados de la Facultad de Medicina que son mundialmente reconocidos.

El año 2023 será recordado como el año turbulento donde los ánimos se volvieron a exaltar, esta vez, la historia se empezó a escribir a partir del 28 de febrero con la publicación del decreto número 407 del H. Congreso del Estado que contiene la Ley de Educación Superior del Estado de Sinaloa.

La fecundación del conflicto tiene su raíz muchos meses antes de la expedición de la Ley, tal vez los artífices o constructores del documento, pensaron que todo sería como quitarle un dulce a un niño, sin embargo, todo indica que los intereses que subyacen detrás del documento se mantendrán en período de espera hasta que los litigios terminen, pueden terminar pronto si hay voluntad política, se pueden eternizar si la confrontación sigue el camino de la confrontación de fuerzas.

Es posible que ya se dieron cuenta o advirtieron que no se trata de personas, de quitar o poner a alguien, se trata de la autonomía universitaria, se trata de una institución educativa, la tercera más grande del país, aquí se aplica el principio de aquel politólogo que decía que la forma es fondo, precisamente la forma de abordar las diferencias implica el fondo o el interés que subyace detrás de las acciones radicales.

Las fronteras del conflicto aún están distantes si de estrategia se trata, sin embargo, la distancia se puede acortar si persiste el modelo de gestionar el conflicto.

Esperemos que no se esculpa en piedra otra leyenda parecida a la de 1972.