Por David Uriarte /
Lo esperado en las campañas de descacharrización, es que baja la incidencia de dengue, los cacharros son la fuente o criaderos de insectos transmisores de enfermedades como el dengue, quitando o disminuyendo la reproducción de insectos se quita o se disminuye la enfermedad.
Esta misma suerte corre la despistolización, las campañas oficiales o gubernamentales de despistolización, promueven la entrega de la ciudadanía de cualquier tipo de arma, desde una pistola de bajo calibre, hasta las armas larga de alto alcance o alto calibre como los conocidos como cuerno de chivo o calibre cincuenta, incluyendo granadas o cualquier artefacto explosivo.
La entrega de armas se ve recompensada con dinero en efectivo o computadoras para el uso de los hijos estudiantes, a los poseedores de las armas se les advierte que no hay ningún tipo de sanción o riesgo al momento del transporte y entrega de dichas armas, se les advierte que el único objetivo es evitar o disminuir el riesgo de un accidente lamentable y fatal.
Mientras los esfuerzos del gobierno y la participación de la ciudadanía hacen un maridaje perfecto ante los medios de información, robusteciendo las estadísticas de participación social, la realidad exhibe otra cosa, la realidad en este fin de año fue un concierto cuya dimensión se pudo medir por la frecuencia, la intensidad y la duración de las detonaciones por armas de fuego de todos los calibres.
No se trata de juicios, criticas, reproches, o señalamientos, se trata de una realidad que incluye a sociedad y gobierno, una sociedad que sólo mostró parte de su poderío armamentista, una sociedad que se dio permiso de festejar a su manera, una muestra real de la subcultura de la violencia, el crimen organizado, los empleados del sicariato, y el narcotráfico.
Ante la cadencia de los tiros, el gobierno se ve más que rebasado, esto ha pasado en todos los gobiernos, no es propio de partidos o expresiones políticas, es propio de la cultura, de la formación de las distintas generaciones en un lugar y en un tiempo que nos toca vivir.
La incongruencia es producto de un discurso político aderezado con intenciones sociales que se quedan en buenas intenciones… un gobierno empeñado en disminuir los indicies de violencia, y una sociedad que busca lo mismo, entonces ¿Si gobierno y sociedad tienen los mismos objetivos de paz, porque somos incongruentes?