Por David Uriarte /
Cuando no es una cosa es otra, lo cierto es que nunca faltan las mortificaciones para los mexicanos. Aquellos cuya dicha de tener todo o casi todo, la sombra de la mancha de la desgracia siempre está presente como la nube que amenaza con descargar su torrente.
La desgracia de la pobreza, entendiéndola como la ausencia o escases extrema de recursos para proveer lo mínimo necesario para la subsistencia, es una mancha decolorada con el detergente de la ayuda gubernamental, los programas sociales atemperan la mancha de la desgracia.
La desgracia es amplia, no se circunscribe a los pobres o la pobreza como tal, cumple su propósito en todos los ámbitos de la vida; hay millonarios víctimas de la desgracia, empresas de clase mundial, deportistas, líderes políticos y religiosos, en fin… Sólo se necesita la condición humana para estar en la lista de una posible desgracia.
Hay desgracias personales, familiares y sociales. Las personales son obvias, las familiares también, sin embargo, las desgracias sociales a veces no se perciben de momento, hasta pasado el tiempo bajo el lente del análisis.
Por otra parte, la desgracia también se puede envolver bajo los conceptos sociológicos, teológicos, o políticos, para querer venderlos como otra cosa incluso como triunfo, oportunidad, o modelo de vida. Tal es el caso de regímenes donde la miseria, la pobreza, y pérdida de la libertad, son los trofeos que presumen.
La mancha de la desgracia es cualquier condición que altera o modifica las expectativas legítimas del ser humano, empezando por sus derechos humanos. No se necesita perder la vida para estar en la sombra de la desgracia, una sociedad que se percibe insegura; familias víctimas de la violencia cuya consecuencia es la pérdida de la vida de algún o algunos familiares; familias que han perdido su patrimonio por el robo, la extorsión o el secuestro.
La mancha de la desgracia toca todas las células del cuerpo y la sociedad, perder el patrimonio puede resultar lo menos dañino si se compara con perder la salud o la vida. Tener la seguridad de recuperar la salud, diluye un poco la mancha de la desgracia; saber que no se cuenta con dinero o con instituciones de salud pública que garantice atender y recuperar la salud, ensombrece más la mancha de la desgracia.
Desviar la mirada para otro lado no modifica la mancha de la desgracia, tampoco se quita por decreto.