Por David Uriarte /

La historia política de México describe que algunos presidentes no pensaban o no tenían la menor idea de su potencial para llegar a la silla presidencial, sabían que formaban parte de la baraja, lo que no sabían era que la jugada del presidente consistía en poner sobre el tablero la carta que tenía su cara y su nombre.

Cuando el presidente Salinas pone la carta de Luis Donaldo Colosio sobre la mesa de la sucesión, ésta es rebasada por las circunstancias por todos conocida, entonces, pone inmediatamente la carta de Ernesto Zedillo, y se convierte en su sucesor.

En los tiempos del presidente Luis Echeverria, el Secretario de Gobernación era Mario Moya Palencia, muchos creían que sería el sucesor, sin embargo, la carta fue José López Portillo.

No todas las cartas de los presidentes ganan el juego, Ernesto Zedillo puso en la mesa de las elecciones su carta favorita, el sinaloense Francisco Labastida, el Partido Acción Nacional puso la carta con el nombre y la cara de Vicente Fox, y ganó.

El presidente López Obrador enseñó sus cartas a temprana hora como estrategia distractora, es decir, con ellas pulsa la reacción de los adversarios, pone tres cartas fuertes, sin embargo, puede hacer la jugada maestra y tirar de última hora la verdadera carta, ante el asombro de propios y extraños, la astucia de AMLO no es que no tenga límites, es que es grande.

A muchos les cuesta reconocer que la diferencia puede ser mejor que la costumbre, los mexicanos estaban acostumbrados a un tipo de imposición, con el tiempo, las generaciones observaron una posibilidad de cambio… algo diferente en la esperanza y calidad de vida, el segmento de los pobres -entendiendo por pobres aquellos cuyos ingresos son insuficientes para tocar el terreno del bienestar- optaron por dejar de lado la costumbre y hurgar en la diferencia esperanzadora que se llama MORENA.

De entrada, el presidente morenista retribuyó el gesto de aprobación de los pobres e instituyó apoyo económico para varios grupos vulnerables, esto fue una dosis de oxígeno para la sofocante pobreza, y una recarga de compromiso para la próxima elección presidencial.

El desfile de las corcholatas por todos los estados de la República tiene expresiones distintas, unas con más colorido que otras, pero las tres cartas se están muestreando, hay que estar pendientes para ver la jugada maestra.