Por David Uriarte /

Desde el pasado nueve de septiembre, Sinaloa, en especial Culiacán, ha vivido una ola de violencia donde las bandas del crimen organizado se han enfrentado entre sí, con los resultados que ya se conocen a nivel mundial. 

La cronología del delito en este capítulo, inicia hace dos meses con la coincidente muerte del líder del PAS, y la llegada de dos personajes a los Estados Unidos, al principio, el Presidente de México dijo no saber nada, después, la secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, Rosa Isela Rodríguez, dijo tantas cosas para finalmente no decir nada, hasta que el embajador de los Estados Unidos en México, Ken Salazar, puso las cosas en blanco y negro. 

Lo más fácil es buscar culpables y dejar de lado las soluciones, a cualquier gobierno del mundo, incluyendo al de los Estados Unidos, se le hubiera dificultado inhibir la respuesta de las bandas implicadas en el tema, es cuestión de orgullo, de códigos entre ellos que la sociedad desconoce, y las fuerzas armadas federales sólo aparecen después de los enfrentamientos, a solicitud y coadyuvancia de las instancias estatales y locales. 

En honor a la verdad, entre los tres órdenes de gobierno hay una sinergia evidente, sin embargo, por más efectiva que sea la reacción, tardan en llegar al lugar de los hechos y sólo encuentran el desastre de la violencia traducido en pérdidas lamentables. 

Aquí es donde deben aparecer los críticos y expertos, que digan cómo se debe hacer para evitar los resultados catastróficos, que garanticen su dicho y no se queden en la crítica estéril. 

Cuando aparecen cuerpos sin vida en cualquier parte de la ciudad, las instituciones encargadas de brindar seguridad pública sólo se limitan a proteger el área hasta que llega la Fiscalía con el Ministerio Público y el Servicio Médico Forense, para hacer el levantamiento de los cadáveres y las diligencias correspondientes ¿Qué más pueden hacer? 

No es lo mismo hablar de los excesos de las fuerzas armadas en la población civil, que hablar de la violencia criminal entre grupos delictivos que dejan una secuela de sufrimiento social. La presencia de las fuerzas armadas locales, estatales o federales, son evidentes, tienen jefes, tienen un teléfono y una dirección donde localizarlas, a diferencia de los grupos criminales de aparición súbita, con capacidad de fuego impresionante, y sin código postal. 

Las cosas como son, sin quitarle ni ponerle.