Por David Uriarte /

Cualquier conducta que vulnera la vida, la seguridad, la paz, la tranquilidad, o el patrimonio, rebasa los límites de la civilidad, en meses recientes, un día sí y otro también, la sociedad desayuna, come y cena con el sabor amargo de las noticias trágicas, en norte, el sur, el oriente y el poniente, son las zonzas de geolocalización criminal.

Las conductas delictivas han llegado a tal grado, que la sociedad festeja de alguna manera el día que no se reportan víctimas mortales, esto habla de una normalidad invertida, es decir, lo frecuente tiene a ser la norma y como la norma son los siniestros delictivos que van desde el robo de vehículos, la vandalización e incendio de viviendas, los levantones, y las expresiones indecibles de violencia que deja en la orfandad a decenas de niños y familias.

Cuando la calma quiere enseñar su rostro, el sobresalto noticioso por redes sociales muestra la realidad, poblados incendiados, balaceras interminables, robos de vehículos a mano armada, uso de vehículos de carga como los carros recolectores de basura en el municipio para obstruir las vías de acceso, y la expresión violenta extrema; los homicidios dolosos.

Al parecer no hay refugio seguro, en la calle o en el domicilio, da igual para terminar con la vida de los supuestos rivales o enemigos, ya se habían presentado masacres, la madrugada de este lunes siete de abril, delincuentes irrumpen instalaciones de un centro de rehabilitación, tumban los portones y dejan su baño de sangre, el número de muertos y heridos no representa criterio para medir el grado de violencia, son seres humanos cuyas familias primero sufrieron por sus adicciones y hoy lloran su ausencia definitiva, y otros sufren por la gravedad de sus lesiones de sus familiares que ponen en peligro la vida.

La conducta delictiva extiende su mancha hasta extinguir la vida y dejar en estado emocional agónico a las familias de los muertos y heridos, la idea de salir a la calle, de participar en eventos sociales, de visitar lugares turísticos o de esparcimiento como playas y restaurantes, se mantiene como un pensamiento obsesivo en espera de condiciones de seguridad mejores.

Anoche se cierra el día con la quema de camiones recolectores de basura y hoy se inicia el día con la masacre de nueve personas en un centro de rehabilitación en colinas de san miguel en Culiacán.

Los límites de la conducta delictiva siempre serán amenazantes.