Por David Uriarte /

Los que llegan al gobierno tienen un compromiso: servir a los gobernados. La descomposición de la administración pública se da cuando el servicio a la sociedad deja de ser prioridad y se buscan otros objetivos paralelos o alternos, a veces se honra la amistad, a veces el compromiso partidista o de grupo y se olvida la esencia del servicio público.

En el gobierno de Rocha no hay garantía de permanencia, el desfile de separados del cargo por la razón que sea, cada vez es más grande, desde secretarios o directores, no importa el cargo o nombramiento, si no cumplen se van y si están inconformes también.

El criterio de inclusión es que son buenos, entendiendo por buenos el compromiso y la vocación de servicio, el criterio de exclusión es que no sean compatibles con los principios del partido en el poder o que no se sientan cómodos con la dinámica y el clima laboral, y el criterio de eliminación es la pérdida de confianza.

Tan importante la persona que atiende la ventanilla, como el servidor público con carácter de funcionario que tienen a su cargo personal y presupuesto, personal que se cubre con nuestros impuestos igual que el origen del presupuesto.

Los que se van o son eliminados del organigrama por actos de corrupción, tráfico de influencias u omisión en sus funciones, dejan una mancha en la imagen del gobierno, la percepción social y política del exfuncionario alcanza a su padrino o su grupo, mancha difícil de limpiar aun usando el detergente de las excusas, aclaraciones, o justificaciones.

Los que se excluyeron, es decir, no fueron eliminados, dejaron a tiempo su responsabilidad por razones particulares, unas por sentirse obstruidas en sus funciones, otros por darse cuenta que es un régimen diferente, y otros por así convenir a sus intereses.

La premisa del régimen es que las personas son buenas, nada más deben demostrarlo en los hechos… cuando se desempeñan dentro de las normas y reglas establecidas para todo servidor público, no hay problema; cuando se exceden en sus funciones y sus aspiraciones rebasan los límites, es cuando viene el cese o relevo.

No todos los que llegan son buenos, ni todos los que se van son malos, la condición humana tiene potencialidades que a veces se desarrollan en el lugar equivocado por no decir en el gobierno equivocado.

El mejor órgano de fiscalización es la propia sociedad.