Por David Uriarte /
Desde la sociedad, la iniciativa privada, o desde los gobiernos federal, estatal o local, cualquier esfuerzo es bueno si se trata de mejorar la seguridad pública.
De manera piramidal, los esfuerzos se esparcen de arriba hacia abajo, cada quien hace su mejor esfuerzo… la Presidenta buscando como matizar la realidad; el encargado del gabinete de seguridad buscando imponer alguna novedad en sus ejes estratégicos; el Poder Legislativo apoyando con leyes que faciliten el trabajo a policías, ministerios públicos, y jueces.
Los gobernadores tratando de contener la ola mediática con programas, novedades o anuncios espectaculares con el afán de virar a otro lado que no sea la nota roja.
Los gobiernos locales, como último eslabón de la cadena de mando operativo en materia de seguridad pública, buscan estrategias de mitigación en la percepción social relativa a la inseguridad generada por la ola de violencia, que no se quiere contener después de más de nueve meses en Culiacán.
La iniciativa privada a través de programas específicos, se mantiene desde hace años bajo una ruta de buscar o privilegiar lo bueno que tiene el estado en especial la ciudad de Culiacán. Es obvio decir que los esfuerzos se esfuman, como si un colibrí quisiera apagar un incendio forestal con sus buenas intenciones y sus gotas de agua.
Aun así, hay empresarios y ciudadanos que están dispuestos a trabajar solos o en compañía de los esfuerzos oficiales para mejorar las condiciones de inseguridad y violencia que vive la sociedad.
El mejor ejemplo de sinergia entre gobierno y sociedad civil, es la reactivación del Consejo Municipal de Seguridad Pública, la unión entre la fuerza operativa del municipio y las ideas de los ciudadanos que viven de cerca la realidad y sus consecuencias de una conducta sociopática que no quiere desaparecer.
Tratándose de la seguridad pública, cualquier esfuerzo es bueno, es bueno que los consejeros conozcan de cerca las entrañas de la complejidad cuando se trata de temas que marcan a la ciudad y sus habitantes, como un lugar donde se detuvo el tiempo hace miles de años, donde la ley y la norma no se configuraban como hoy, donde prevalecía la ley del más fuerte al margen del respeto, la prudencia, la justicia, y la norma mínima de sana convivencia.
Para la seguridad pública, cualquier esfuerzo es bueno, más cuando se ciudadaniza.