Por David Uriarte /
El poder es al miedo lo que la vacuna a la enfermedad. Sólo hay que ver la forma de operar del poder para ver cómo se extingue el miedo, cuando las enfermedades no tienen tratamiento por ser virales, la única opción se llama vacuna.
Lo anterior no es novedad, la novedad es la forma de controlar al pueblo cuando tiene miedo a morir, el poder lo tiene el Gobierno y nadie más; en los últimos cincuenta años los centros de vacunación estaban en los Centros de Salud, en el IMSS, o en el ISSSTE principalmente. En las campañas nacionales de vacunación la Secretaría de Salud enviaba brigadas sanitarias a vacunar a los domicilios.
Hoy el régimen de gobierno tiene un estilo diferente en cuanto a las vacunas, especialmente la que protege contra el Sars-Cov-2: hoy el control es total. Cualquier persona que quiera vacunarse no lo puede hacer en las instalaciones confortables de un centro de salud, tiene que hacerlo previa autorización y censo en las calurosas canchas deportivas o cualquier instalación municipal improvisada para el caso.
Las experiencias de los adultos mayores quienes además de los años cargan a veces con enfermedades como la diabetes, la hipertensión, o capacidades motrices o psicológicas disminuidas, son preferibles a la incertidumbre del riesgo por no vacunarse.
¿Qué diferencia habría si la dinámica se realizara como antes? En las unidades médicas, en los departamentos de medicina preventiva del sector salud, hay personal capacitado, está la red de frío, son instalaciones confortables, cuentan con la experiencia suficiente en la aplicación de biológicos… en fin, son estilos del régimen actual.
El poder del Gobierno es para eso, para usarse. El miedo a la muerte es propio de la especie humana, recordemos que no puede haber felicidad con miedo ni belleza con dolor, la enfermedad viral por el Sars-Cov-2 genera miedo, la vacuna seguridad, tranquilidad y eventualmente felicidad.
Las vacunas son el poder y la enfermedad el miedo, el Gobierno sabe lo que pasa y sabe lo que hace, por eso pocos reniegan de la forma en que les perdonan la vida al vacunarlos en un clima inclemente, con un método parecido al campo de concentración.