Por David Uriarte /

Las expresiones de la sociedad ante la realidad que vive y siente es diversa, la sociedad aprende a expresar satisfacciones e inconformidades, prioriza lo que a su juicio es urgente e importante. Tal parece que los temas de la política siempre, o casi siempre, los deja al final de las prioridades, los deja en manos de la clase política.

La sociedad puede dividirse para efectos del análisis en una sociedad trabajadora o asalariada, y una sociedad de ricos o empresarios. La sociedad que trabaja y produce no quiere perder el trabajo porque es la fuente de su ingreso y el sustento familiar, la sociedad empresarial no quiere distraerse de su función primordial que consiste en proteger su empresa, pagar impuestos y asegurar la permanencia en la clase pudiente.

Mientras esto sucede en estos dos segmentos, la vida pública no se detiene, los regímenes políticos siguen su rumbo y la sociedad asume una postura quejumbrosa.

Lo más fácil para cualquier persona alejada de la participación política, es la queja o crítica a lo que pasa en su entorno; así como lo principal para la vida es el oxígeno, lo principal para la democracia es la participación cívica en las urnas.

Pase lo que pase con los partidos políticos, sus coaliciones, y sus candidatos, el oxígeno para la democracia se llama “participación”, y esta se abulia y salir a votar, salir a expresar la forma de pensar, no importa cuál sea, lo importante es cumplir con el compromiso de la democracia.

Hay personas buenas para quejarse y malas para comprometerse, se quejan de lo que no hacen, culpan a los demás, son los mejores para expresar su descontento, pero siguen siendo los mismos de siempre: unos irresponsables con la democracia.

Todo mundo tiene ganas de estar bien, de estar mejor, de vivir en un país seguro, con instituciones educativas y de salud de primer mundo, sin embargo, una cosa son las ganas y otra cosa son los compromisos.

Cualquiera tiene ganas, pero no cualquiera se compromete, las ganas se miden por lo que se dice, el compromiso se mide por lo que se hace. Aquellos que se quejan pertenecen al primer grupo: a los que tienen ganas; aquellos que salen a votar son del segundo grupo: los comprometidos.

Deja de quejarte, súmate a los comprometidos.