Por David Uriarte

La terapia psicológica es una herramienta para resolver conflictos del pensamiento, las emociones, los impulsos y la vida interpersonal. Sin embargo, las preguntas recurrentes de pacientes y profesionales de la salud son: ¿Sirve la psicoterapia?  ¿Cómo funciona? ¿Es mejor que la farmacoterapia? Y muchas más por desconocimiento, desconfianza, o miedo a ser timados.

La terapia psicológica sirve igual y a veces mejor que la medicina, pero a veces, no tiene nada que hacer cuando la causa de los conflictos se debe a daños neurológicos, genéticos, o alteraciones severas de algunas estructuras del cerebro.

La terapia psicológica obedece y se ajusta al conflicto, no es el conflicto el que se adapta a la herramienta terapéutica, por eso, lo que sirve a una persona a otra no, el o los métodos usados para determinados conflictos no responden igual en cada persona.

El marco teórico o soporte de la herramienta psicológica, tiene sus limitantes, mientras muchos psicólogos clínicos manejan de manera espectacular el psicoanálisis, otros se resisten o lo denostan; otros manejan la línea cognitiva o conductual con resultados medibles en ciertos casos.

Otros exhiben habilidades humanistas con resultados funcionales para unos y no tanto para otros pacientes, incluso, hay psicoterapeutas con formación en psicología transpersonal que traspasan las fronteras de lo científicamente entendible o demostrable, pero con resultados funcionales para sus pacientes.

La mirada ecléctica puede ser una opción cuando de terapia psicológica se habla. Entender que una cosa es la enfermedad y otra el enfermo, es el principio de la individualización terapéutica, es utilizar la herramienta adecuada justo en el paciente que la necesita; no todo el que sufre es igual y no todo el que cura sabe o entiende igual.

En la palabra va la terapéutica, pero el grado de abstracción de cada persona es diferente. Reconocer los paradigmas que encadenan a la persona con su sufrimiento es relativamente fácil, la clave está en construir del caído un guerrero que retome su camino al destino de su bienestar percibido subjetivo conocido como felicidad. La magia de la terapia es despertar la conciencia honesta de lo que se tiene para ser feliz.