Por David Uriarte / 

Cuando se habla de grandes problemas, de manera inherente se habla también de grandes soluciones. Cuando aparecen las inundaciones en las ciudades por falta o deficiencia del drenaje pluvial, de manera automática se invoca el pensamiento de los políticos que se resisten a enterrar las obras por falta de espectacularidad, aunque resuelvan grandes problemas. Hay uno que no resuelven: su vanidad.

Un drenaje pluvial adecuado evita y previene las inundaciones, donde la sociedad afectada recuerda de manera frustrada al sistema político y sus gobernantes.

Algo parecido ocurre cuando se habla de las conductas sociopáticas: lo primero que recuerda o asocia una familia afectada por la inseguridad es a sus gobernantes, a las instituciones encargadas de brindar seguridad y protección.

El tema de la seguridad pública se asocia con la parafernalia instrumentada para prevenir, inhibir, disuadir o evitar el delito en cualquiera de sus expresiones, desde la más leve hasta el extremo, como el homicidio.

Capacitación, entrenamiento, tecnología, suficiencia operativa y una serie de planteamientos hipotéticos en búsqueda de encontrar la paz social se presentan cada cierto tiempo. Cuando hay renovación de poder, la buena voluntad se implementa en una serie de ejes estratégicos, buscando reducir los índices delictivos.

Lo curioso, paradójico o previsible son los resultados. Mientras unos hablan —siempre o casi siempre— de reducciones o mejoras en los índices e indicadores delictivos, otros se resisten a creer en esos resultados.

No porque sean mentira, sino porque la razón de las matemáticas o los números no es compatible con la emoción no placentera que siente una familia al perder un hijo, una madre, un padre, un familiar, un amigo, un conocido… o simplemente al saber que la paz se convierte en un ideal que se difumina bajo el lente de los hechos.

Así como el drenaje profundo resuelve las grandes inundaciones, la mirada al origen de la conducta delictiva puede resolver —y coadyuvar con— las estrategias tendientes a atacar el efecto y no sólo la causa.

El drenaje profundo por donde corre la solución a la “inundación” de conductas delictivas en la sociedad es la formación, desde el nivel preescolar hasta el profesional, donde el sistema educativo incluya entre sus competencias la formación en valores, y donde los padres hagan mancuerna con los profesores.