A estas alturas de las campañas políticas la intuición cobra su importancia, más allá de las encuestas, los propios candidatos saben la distancia que hay entre el triunfo electoral y la pérdida del dinero administrado en la campaña.

Desde miles de pesos hasta millones de pesos dependiendo la aspiración, en esta lógica de pensamiento los que más le están invirtiendo a su posible triunfo son los candidatos a la gubernatura y a las presidencias municipales grandes como Culiacán, Ahome, Mazatlán, Guasave y Salvador Alvarado.

Hay dos tipos de pérdidas: la económica y la de los compromisos. Perder millones de pesos no es cosa menor, algunos sinaloenses aún conservan las cicatrices económicas de la pérdida en la campaña presidencial de Francisco Labastida; empresarios y agricultores le siguen apostando a los buenos oficios de promesas políticas conocidas o posibles revelaciones de jóvenes o ciudadanos que puedan darle la vuelta al marcador, sin embargo, todo indica que la suerte está echada desde antes de las campañas políticas. Es decir, la conciencia y voluntad de la sociedad ya está marcada en los genes de los votantes, por lo menos en la mayoría.

Ante esta realidad inminente ¿cómo van a recuperar su dinero los perdedores? Los vehículos prestados y todos los insumos o recursos disponibles tienen un costo, pero el otro rubro es igual o más importante; los compromisos o los supuestos acomodos o repartos de espacios y lugares en la administración pública, no tendrán efecto en los perdedores.

Hay personas que dejaron un trabajo estable en la Ciudad de México para venirse a una aventura suicida, y ahora ni el chapulín colorado las salvará. De los cientos de contratados para tareas operativas de presencia de marca en los cruceros, a muchos de ellos los mantienen con la promesa de un empleo estable y formal dentro de la administración pública, cosa que tampoco será posible.

Se acerca la fecha de cierre de campañas y la soledad se asoma en los bolsillos de algunos candidatos que perdieron “todo” incluyendo la esperanza; empeñaron lo único que tenían que era su palabra y hoy amanecen con deudas morales y de conciencia.