Por David Uriarte /

 

La esperanza de muchos es el cambio de otros, es decir, cuando se le pregunta a una persona por qué “aguanta a su pareja”, la respuesta frecuente es, “espero que cambie”.

Las personas conservan su identidad y su personalidad hasta la muerte, esto quiere decir que no son objetos, son sujetos cuyo pensamiento obedece a ciertos patrones biológicos y aprendizajes derivados de una vida dispendiosa o frustrada según sea el caso.

Hay condiciones que suponen cambios como el miedo, la culpa, la vergüenza, la enfermedad y la vejez. La alegría de los que soportan a otros y viven esperando que cambie, aumenta cuando perciben cambios conductuales, pero la frustración regresa rápido porque las personas no viven siempre con miedo, culpa, vergüenza o enfermedad, por eso, al pasarles cualquiera de las condiciones de supuesto cambio, regresan a ser lo que verdaderamente son.

La única variable que induce un verdadero cambio es la vejez, las personas pagan una cuota por el tiempo que viven, pasan dos cosas: las potencialidades biológicas se acaban o se deterioran, y, en consecuencia, las respuestas emocionales se modifican dejando los impulsos en parte de la historia de vida.

Por ejemplo, los hombres entre cincuenta y sesenta años producen menos cantidades de testosterona y vasopresina, por eso, la proporción de estrógenos respecto de la testosterona se incrementa en estos hombres con la edad.

Hormonalmente el cerebro del hombre maduro o viejo se asemeja más al cerebro femenino maduro, por eso, los hombres en su vejez son más receptivos a la oxitocina, la hormona de los abrazos y el afecto, esto hace que aquel hombre duro con sus hijos hoy sea blando con sus nietos.

A los hombres viejos se les activa más la zona cingulada rostral, el área que registra las opiniones del otro sobre nosotros, por eso algunas personas con la edad, pueden aprender o se le facilita ser empáticos, de aquí la admiración de muchos hijos a los “cambios” conductuales de sus padres.

Hay padres que sólo en su vejez han podido expresar una palabra de afecto a sus hijos o su pareja, o han dado muestras de conducta afectiva a través de un abrazo o una frase amorosa. La vejez construye virtudes.