Por David Uriarte /

El voto representa la voluntad movida por la libertad de elegir, cuando la conciencia analiza opciones busca lo que a su juicio es mejor para conseguir, mantener o proteger lo que se tiene o buscar mejorar; el voto es la expresión de la libertad aunque después se convierta en la esclavitud autogestionada, es decir, cuando la mayoría decide el rumbo de su país, su estado, municipio, sindicatura, comisaría, o sindicato, le apuesta a mejorar muchas cosas, principalmente su calidad y estilo de vida.

Los mexicanos en edad de votar pueden elegir el rumbo del país, la simple acción de cumplir con el deber cívico establece la diferencia entre lo que se tenía y lo que se tiene, y entre lo que se tiene y se tendrá.

Mientras los ciudadanos se dediquen a criticar desde la comodidad de su ego, se convertirán en los mancos de las elecciones, en los críticos o simpatizantes de las decisiones de otros, alejados del calificativo de ciudadanos democráticamente responsables.

Al regionalizar el análisis, ¿Volverías a votar por Rocha, por Estrada, por “el químico” Benítez, por Gerardo Vargas, por Feliciano Castro? O ¿Volverías a votar en contra de ellos otra vez? Cualquiera que sea la respuesta, se refiere a las personas que cumplieron con su deber cívico de ir a las urnas para depositar su voto, sin embargo, ¿Qué pasa con las simpatías e inconformidades de aquellos que no cumplieron con su deber y hoy aplauden o se quejan de las decisiones de otros?

Aprender de la experiencia es muestra de inteligencia, si el bienestar social toca la puerta de la mayoría de los sinaloenses, sin duda hay que repetir la conducta y la voluntad por la misma línea política. Pero, si los indicadores elementales del desarrollo humano como la seguridad, la educación, la salud, y el ingreso, no tocan la puerta de cada familia, entonces, la reflexión debe imperar en la mente del ciudadano consciente y responsable.

Hay que preparar a las nuevas generaciones sin descuidar las actuales y las que van de salida en materia de civismo y democracia participativa, hay que erradicar las posturas dogmáticas fundamentalistas que convierten la democracia en religión… La democracia es el reflejo de la inteligencia social, aunque no les guste a muchos.

La historia cumple su función: describe los hechos; y son los hechos de los políticos y los gobernantes los que alimentan la voluntad de volver a votar igual o diferente.