Por David Uriarte /
Los gobernantes gozan de la prerrogativa mayor en un sistema de democracia participativa: ejercer el poder que el pueblo les confiere por la vía del voto.
Esa prerrogativa al mismo tiempo es el lazo que la sociedad usa para reclamar el cumplimiento del deber a su gobernante.
Gobernar significa hacerse responsable de la vida pública, en Sinaloa como en todo el país, una serie de conflictos sociales acechan la tranquilidad del gobernante y la sociedad.
De manera urgente, el gobierno enfrenta temas como la Ley de Educación Superior; conflictos con los productores que exigen el precio de garantía para sus cosechas; la demanda interpuesta en contra del presidente municipal de Culiacán por discriminación, corrupción, desfalco y desvió de dinero; solicitantes de vivienda, conflicto sindical en municipio de Salvador Alvarado; el tema latente de Jesús Estrada Ferreiro cuyo silencio augura algo inesperado; y el caso donde la Unidad de Inteligencia de la Fiscalía investiga a Cuén por presunto enriquecimiento inexplicable.
Son muchos temas sin contar lo relativo al incremento de accidentes viales y la ola de homicidios desatados en los últimos días, la espera de la puesta en operación del Hospital General y del Hospital Pediátrico, en fin… Poco a poco se acumulan temas sensibles que requieren solución inmediata para evitar una percepción social de ingobernabilidad.
Esperemos que los productores de granos no tomen las calles y abarroten las carreteras con maquinaria agrícola y camiones de carga obstruyendo el libre tránsito; esperemos que la UAS mantenga a sus alumnos en las aulas y no inunden las principales calles de la ciudad en franca muestra de rechazo a la Ley de Educación Superior y su impacto en la autonomía universitaria.
Todos los temas sociales son sensibles, principalmente aquellos cuya solución tiene que ver con el acto de gobernar, aquellos que requieren una respuesta pronta para evitar que el conflicto escale y la sociedad perciba ausencia de gobierno.
Una cosa son los escándalos mediáticos propios de un gobierno donde la oposición reclama su cuota de poder, y otra cosa son los conflictos reales cuyo desenlace puede perjudicar la imagen de un gobierno electo para resolver a favor de los más necesitados y desprotegidos.
No hay gobierno perfecto, hay gobernantes agobiados por tantos problemas cuya solución requiere mente fría.