Por David Uriarte / 

Para muchas personas puede sonar a guion decembrino parroquial; sin embargo, el tiempo de reconciliación no es otra cosa que tiempo de reflexión, de perdón y de encuentro con uno mismo. Es tiempo de más respuestas que preguntas, de conciliar diferencias, por profundas que resulten. No implica un borrón y cuenta nueva; significa soltar el rencor, dejar atrás la sensación de malestar y buscar, al menos, un punto de equilibrio, un espacio neutro donde el sufrimiento no tenga cabida.

El tiempo de reconciliación fluye de adentro hacia afuera. Primero exige encontrar la paz interior, darse tiempo personal y detenerse a escuchar el lenguaje del cuerpo, de la memoria, de la conciencia y del sentimiento, incluso la algarabía de los impulsos. Para reconciliarse con los demás, primero se requiere reconciliarse con uno mismo.

Este proceso demanda flexibilizar el pensamiento, apaciguar el ego y dejar de lado los supuestos. Invita a entregarse a la tranquilidad como un remanso donde crecen la paz y el bienestar; un espacio donde el rencor no prospera y solo florecen las buenas intenciones. La reconciliación se vincula con una espiritualidad que muchas veces permanece olvidada, apagada o desconocida.

Reconciliarse no significa tocar la puerta de quien sostiene una diferencia; implica dejar de cargar culpas, corajes, resentimientos o memorias que deterioran lo más valioso del ser humano: su paz y su tranquilidad. Negociar con los demás requiere primero aprender a negociar con uno mismo, con las creencias, los miedos, las ideas y los supuestos. Quien logra ese diálogo interior alcanza formas más sanas de relacionarse con los otros.

Comenzar un año ligero, descansado y libre de ataduras emocionales negativas, lleno de motivaciones positivas, debe trascender los buenos deseos y convertirse en una propuesta medible, primero en las palabras y después en los hechos. La reconciliación libera del malestar, abre caminos hacia el bienestar y el florecimiento personal; resulta terapéutica, sanadora y revitalizante, y representa un signo de salud mental. Para todo hay tiempo; hoy puede ser tiempo de reconciliación.