Por David Uriarte /

Tanto se repite una frase, que pierde su valor, se prostituye, demerita, devalúa, deja de ser interesante o simplemente se convierte en nada.

Esta es la suerte que corren las frases cuya intención es demeritar el trabajo de alguien, hablar de su inminente sustitución o relevo, denostarlo, devaluarlo, cansarlo, o como se dice en el argot popular “reventarlo”.

Un día sí y otro también, se lee o escucha en los medios informativos, la supuesta renuncia del Gobernador de Sinaloa, hay quienes se atreven a dar el nombre del o la sustituta, el sesgo de quien lo dice o manda decir, es evidente cuando se trata de correligionarios del propio Gobernador.

Una cosa es el análisis serio, respetuoso, reflexivo, con la carga de evidencias, y otra cosa son los deseos dolosos, o el desespero opositor por imprimir una marca más en Sinaloa, en el gobierno morenista de la presidenta Sheinbaum.

Una cosa son los hechos delictivos, los de alto impacto o los del fuero común, y otra cosa es la percepción social, es decir, lo que piensa y siente la sociedad sinaloense desde hace casi seis meses.

Hay un efecto dominó, una reacción en cascada de hechos delictivos cuyo espectro va desde lo más horripilante como los cuerpos con extremas huellas de tortura, hasta el miedo, la depresión y la ansiedad que produce el sólo hecho de vivir en Culiacán y conocer la dinámica de inseguridad.

No a todos les pasa lo mismo, no todos piensan igual, no todos tienen la fortaleza económica para irse de ciudad, no todos procesan la realidad de la misma forma, no todos tienen para traer guardias que les aligere la incertidumbre que produce la inseguridad.

Pensar en una fórmula mágica como quitar o cambiar a un gobernante para reconciliar todas las fuerzas del mal, es como creer que tirando la cama se cura el enfermo.

La complejidad de las cosas obedece a su origen y dinámica, el tema del narcotráfico está implícitamente asociado a otras dos variables: la violencia y el dinero.

Cambiando al gobernante cambia quien mueve la cuchara en la olla, pero no modifica el contenido; de cualquier manera, son evidentes dos realidades: una inseguridad sui generis, y una intención opositora por derrocar al gobernante.

Las herencias siempre tienen que ver con el pasado, las acciones dolosas siempre miran al futuro, la crisis de inseguridad es producto del pasado… “Ahí viene el lobo”, tiende al futuro inmediato.