Por David Uriarte /

 

No hay políticas públicas que funcionen en el proceso salud-enfermedad, si no van de la mano con la ciencia. Los laboratorios clínicos de diagnóstico representan el estándar de oro cuando de medir se trata, cuando se necesita la certeza diagnóstica en los síndromes virales, es decir, en enfermedades parecidas como es el caso del COVID-19, y la Influenza H1N1, H2N2 y H3N2.

No es lo mismo tener un tumor benigno que un tumor maligno, como tampoco es lo mismo tener un cuadro gripal severo que estar infectado por el coronavirus; estas diferencias las puede establecer un laboratorio de patología en el caso de los tumores, y un laboratorio de análisis clínicos en el caso del COVID-19; la evidencia científica, ante todo.

El filtro que detiene o direcciona la conducta de las personas sanas o con síntomas que no necesariamente enfermas, es la forma de pensar y de construir emociones. El miedo es tan potente como la ignorancia, el apoyo psicológico es una opción viable que puede incidir en la forma de pensar para diluir los vestigios propios de la ignorancia ante temas complejos.

Cuando la forma de pensar no es el problema porque hay conocimiento, entonces el problema pueden ser las emociones como el miedo o la ansiedad. El miedo es una emoción y la ansiedad una enfermedad mental, ambas pueden ser tratadas con éxito por los psicólogos clínicos, buscar apoyo psicológico es más importante que ponerse cubrebocas como medida de higiene cuando hay desconocimiento de los mecanismos de transmisión de la enfermedad.

Los pensamientos catastróficos revolotean en la mente enferma, las acciones preventivas surgen de un pensamiento sano e informado por la ciencia. En las crisis de todo tipo, los pensamientos e ideas paranoicas se activan en personas con salud mental precaria, por eso hay que buscar ayuda psicológica.

Desconocer la realidad no significa que no exista. El pensamiento es la alfombra por donde caminan nuestras acciones, y las emociones la afirmación de nuestras creencias. La atención psicológica le sirve al sano y al enfermo, al sano para que no caiga en los excesos, y al enfermo para que haga lo que indica la ciencia médica.