Por David Uriarte /

Un hombre le cuenta a su compadre:
–Fíjate compadre que ayer llegué a la casa y encontré a mi pareja con otro en el reposet que le regalé en su cumpleaños…
–¿Y que hiciste compadre?
–Pues tiré el reposet.

Esta analogía, revela parte de la historia y las acciones en contra de las expresiones violentas en una sociedad; a veces el fenómeno es percibido como algo fortuito y las acciones inmediatas consisten en platicar los hechos, y tirar el reposet.

Sin animo de caer en definiciones conceptuales de agresión, violencia, cultura, condiciones predisponentes, contexto social, o aprendizajes familiares, el riesgo inminente de los actos violentos son las lesiones y la perdida de la vida.

Si la vida inicia en la concepción, la conciencia en la niñez y adolescencia igual que la conducta, y la responsabilidad jurídica a finales de la adolescencia, entonces la prevención de violencia debe iniciar antes de la fecundación.

¿Qué significa esto? Que el estado a través de sus programas debe promover entre otras cosas el uso de ácido fólico al principio de la adolescencia, esto asegura el funcionamiento optimo del neuroblasto (la célula que forma el sistema nervioso), y en consecuencia la formación del tubo neural sano para evitar (hasta donde se pueda), los trastornos del neurodesarrollo en los recién nacidos.

La probabilidad de conductas antisociales o sociopáticas de las personas con un sistema nervioso sano, es baja, sin embargo, cuando las personas rebasan los treinta años de edad, la madurez neurológica ya alcanzó su cúspide y la puerta para la intervención temprana está por cerrarse.

La empatía y el juicio para entender el respeto como un puente entre las diferencias, depende de un cerebro sano, específicamente de un área del cerebro que se llama corteza prefrontal, ahí radica el origen de la conducta empática, las personas violentas cuyo código de ética es diferente al de la sociedad en la que viven, tarde o temprano van a detonar su disfunción por la vía menos deseada: la violencia.

Estas personas no son retrasadas mentales, carecen de las funciones neurológicas que anteponen el juicio al impulso o el coraje.

Sin cerebro sano no hay conducta sana.