Por David Uriarte /

 

Una cosa es la complejidad propia de un régimen de gobierno y otra la complejidad del pensamiento humano. El gobierno y la administración requieren de procesos mientras el humano requiere de pensamientos e ideales.

Lo anterior significa que la complejidad de los procesos depende de sus alcances, es decir, no es lo mismo comunicar a una población mediante los esfuerzos tecnológicos, que dotarlos de infraestructura médica y hospitalaria.

Sin embargo, la toma de decisiones no depende de una máquina, depende de un cerebro cuyo privilegio se deriva de la voluntad popular. Es posible que muchos aún no entiendan el poder del voto, el poder de la decisión a la hora de elegir un representante.

Los venezolanos, los estadounidenses, los cubanos, y por supuesto los mexicanos, construyen conciencia generacional, es decir, las decisiones políticas de hoy repercutirán hoy y dentro de veinte años, es la brecha generacional el espacio de reflexión y la vivencia que califica las decisiones de los padres.

A lo mejor el gobierno no es tan complejo como la mente de los gobernantes, son los políticos los que deciden el rumbo de un país, son las marcas psicológicas de su niñez y su adolescencia la raíz de sus pensamientos redentores o conductas temerarias.

De la complejidad de un gobierno, se deriva su proyección internacional y de la complejidad de sus gobernantes el bienestar de sus gobernados. El miedo a la inversión, el ritmo de crecimiento y desarrollo de México depende de muchas variables, no todo es producto de su presidente o de su gente, es la suma de muchas condiciones que modifican minuto a minuto el pronóstico y el rumbo.

Las proyecciones estadísticas son un instrumento que de alguna manera intentan tomar la fotografía del futuro, el problema es que las condiciones pueden variar de un momento a otro y eso desdibuja cualquier proyección.

Tanto los economistas como los políticos intentan prever el futuro y advertirle a la ciudadanía que compre cobijas porque se aproxima un clima extremo, sin embargo, a veces sucede todo lo contrario, así es la complejidad de un gobierno y así es la complejidad de sus gobernantes.