Por David Uriarte /
La diferencia entre una y cien personas que pierden la vida de manera violenta, es una diferencia cualitativa no cuantitativa, es fácil decir, la diferencia entre uno y cien son noventa y nueve, eso aplica cuando se trata de mercancía o de números como tal, cuando se trata de vidas humanas, la diferencia no se mide en números, se mide en sufrimiento.
Buscar las comparaciones entre las muertes violentas de cada gobierno, significa ver la vida como una mercancía ¿Cuánto vale la vida de un hijo, de una madre, de un padre, de un familiar? Cuando muere un inocente y cuando muere un criminal ¿Quién sufre más, la familia del inocente o la familia del criminal?
El sufrimiento no obedece a la actividad del fallecido, el sufrimiento obedece al vínculo emocional entre el fallecido y su familia o amigos. Los huertanos o las viudas, sufren por la pérdida irreparable de su ser querido, no les importa grados académicos o fortuna acumulada, sufren por la ausencia definitiva del ser amado.
Una sociedad que conserva a sus miembros hasta que la muerte natural llega, es una sociedad más que longeva, una sociedad en paz, civilizada, y promotora del respeto a la vida. Una sociedad que acumula en sus panteones muertos por causas violentas, es una sociedad en conflicto, incivilizada, violenta, y promotora de la muerte.
La muerte es más que un número, es fácil contar los muertos, clasificarlos, distribuirlos por edad, sexo, y causa de muerte, lo que cambia es el grado de sufrimiento, saber que una enfermedad como el cáncer o la leucemia le quito la vida a un familiar, o saber que la edad de los abuelos presagia su despedida de este mundo, le pone un toque de resignación a lo inevitable.
Saber que el familiar se dedica a quitarle la vida a los demás o que el familiar fue víctima de la violencia criminal, significa de cualquier manera una muerte anticipada, cuyo sufrimiento tiene un gradiente mayor en la escala de lo irreparable.
Contar los muertos como si fuera mercancía, es cosificar la vida, es perder la dimensión de lo humano, es desconectar las fibras emocionales de la vida para reconectarlas en tablas de números y estadísticas con propósitos académicos, de investigación o políticos.
El sufrimiento se traslapa con la sed de venganza, es un efecto dominó, una cosa lleva a la otra y en esta dinámica, las muertes violentas son el combustible de la descomposición social.