Por David Uriarte /
Muchos pueden pensar que las cosas se pueden complicar para el gobernante… Ese no es el tema, el tema es para la sociedad, para los empresarios, para los empleados, para los músicos que no están en una nómina y tienen que salir a la calle a ofrecer sus servicios.
Para las familias cuyo padre o hija trabaja para la policía municipal o estatal; para los motociclistas repartidores de alimentos o de periódicos que pueden ser confundidos con integrantes de alguna banda del crimen organizado; ahora hasta para los trabajadores de la salud, empezando por instituciones tan nobles como la Cruz Roja, y no se diga para los médicos encargados de las áreas quirúrgicas y terapia intensiva en los hospitales.
Las cosas se complican porque muchas familias abandonan la ciudad en búsqueda de encontrar refugio seguro en otras latitudes, se complican porque de manera súbita y repentina pierden a sus hijos, tal es el caso de un joven que sale de su casa a comprar un refresco el fin de semana, y a media cuadra, la familia escucha detonaciones, salen a la calle y encuentran al joven tirado en el suelo: le quitaron la vida.
Las cosas se complican porque aquellos con tal suerte de conservar su trabajo, pasadas las seis de la tarde, cuando el sol se esconde y la oscuridad aparece, quieren irse a su casa por dos cosas: porque tienen miedo de ser víctimas de la violencia, y porque el transporte público deja de circular a temprana hora por la misma causa, por miedo a la violencia, por miedo a ser víctimas de asaltos.
Las cosas se complican porque caída la tarde, los restaurantes cierran por lo mismo, las familias que quieren disfrutar de una cena, celebrar alguna fecha importante, o un encuentro de amigos, pero el miedo los mantiene encerrados como en un toque de queda.
Las cosas se complican porque las familias encerradas, encienden los focos psicológicos de sus diferencias, los hijos se vuelven irritables como dato de tormento emocional del encierro; los adultos pueden entrar en crisis depresiva o ansiosa encendiendo los focos de las diferencias, y, echando andar viejas rencillas aparentemente superadas.
Las cosas se complican porque muchas familias viven en la incertidumbre de no saber el paradero de su ser querido porque fue víctima de un “levantón”, buscan con afán encontrarlo con vida, o bien, encontrarlo sin vida, pero encontrarlo para darle cristiana sepultura.