Por David Uriarte /

Dejando los números fatalistas a un lado y describiendo paso a paso la historia de la pandemia en México, surge un tema poco analizado: la carencia de mano de obra calificada.

Hoy más que nunca, los médicos cobran su derecho de piso, es decir, se hacen más que útiles, indispensables y necesarios. La capacitación técnica médica para tamizar la gravedad de los casos es relativamente fácil… el asunto será la infraestructura que consiste en camas de hospital, camas de terapia intensiva, respiradores mecánicos, equipo de seguridad y protección para el personal médico, equipo de imagenología específicamente el uso de tomógrafos para observar la densidad y función de los pulmones; los medicamentos paliativos y los tratamientos para las enfermedades agregadas como la diabetes, hipertensión, obesidad, insuficiencia renal o cualquier otra dolencia que se clasifica como comorbilidad o enfermedades concomitantes.

Hay un tema delicado inherente a la contratación del personal de salud que está haciendo la federación: especialistas, médicos generales, personal de enfermería y paramédicos; se trata de la formación académica, la vocación, y el estado de salud física y mental de este personal que se contratará por 150 días con todas las prestaciones de ley.

Alguien se ha puesto a pensar ¿por qué estos profesionistas están sin trabajo? muchos de ellos por ineptos, otros porque estudiaron una profesión cuando su vocación es otra; otros por estar enfermos físicamente, y otros por enfermedades mentales o trastornos de personalidad. Algunos de ellos corridos, liquidados o expulsados de instituciones de salud pública por sus conductas poco éticas o representar un riesgo para el ejercicio de la medicina.

Como reza el refrán popular, “Dios nos agarre confesados”. De caer en manos de un profesional de la salud limitado o inepto por cualquier razón, el paciente tendrá dos problemas: la enfermedad viral y su letalidad, más la posible negligencia de su médico recién contratado cuya artritis profesional se convierte en otro riesgo más. Entre lo deseado y lo posible hay una realidad que puede poner la última tachuela al ataúd. Esperemos estar equivocados.