Por David Uriarte /
Desde la comodidad del asiento donde se disfruta un buen café y unas buenas compañías, es fácil opinar sobre lo que hay que hacer para mejorar la ciudad que se habita, de igual manera, desde la inconformidad por no contar con los servicios públicos municipales suficientes, por ser víctima de la violencia, por sufrir a la hora de buscar un cajón de estacionamiento en el primer cuadro de la ciudad, o por cualquier condición que lastime las expectativas ciudadanas en relación al municipio, será fuente de malestar.
“No batalla con los hijos el que no tienen hijos”… no batalla con la pareja el que no tiene pareja, y no batalla con los inconvenientes de una ciudad el que no la habita.
Para conocer los alcances o dificultades de operar o administrar una ciudad, se necesita estar dentro de la administración o conocer de primera mano el presupuesto operativo, los recursos humanos, su vocación de servicio, su satisfacción con el trabajo, los recursos materiales, la infraestructura, y todas las piezas del rompecabezas que conforman y dan figura a una ciudad.
Los que tienen resuelto el tema del transporte no imaginan las peripecias de los habitantes de las colonias periféricas para llegar al trabajo o la escuela, el tema del transporte público lo conocen y lo viven aquellos que lo necesitan, los que no son dueños o concesionarios del transporte público, no dimensionan lo que implica contar con calles sin pavimento, calles que se convierten en una odisea y una tortura para el desempeño mecánico del transporte público, baches destructores de la tranquilidad del pasaje y fuente de reclamo a las autoridades municipales.
Los usuarios del transporte público no se preocupan o se preocupan menos por el alza del combustible o el alza del impuesto en aeropuertos en tanto lo usan poco o no lo usan, desde esta perspectiva, solo se preocupa por los servicios públicos el que los necesita y no los tiene, aquellos que lo tienen resuelto, no dimensionan el tamaño del problema o la percepción de la inconformidad de quienes sufren.
Lo mismo ocurre en todos los temas relativos al municipio, desde los mercados hasta los panteones pasando por la regulación del comercio en la vía pública y la seguridad pública municipal.
Una cosa es opinar sin conocer los recursos con los que cuenta el municipio, y otra cosa es opinar con conocimiento de causa, de cualquier manera, se vale opinar.