Por David Uriarte / 

 

Los paradigmas guían la conducta de los humanos, son las cárceles donde se producen los comportamientos, son las prisiones voluntarias del bienestar y el sufrimiento.

Aprender sin razonar, o aprender a pensar como los padres cuyos sesgos descansan en la moralidad del deber ser, ese conflicto entre lo que quiero ser y lo que me dijeron que debo ser, es la raíz inconsciente del sufrimiento.

Son muchos los pensamientos que se construyen con el ejemplo o la instrucción, esos modelos de pensamiento generacional tienen por objeto modelar la conducta social de la familia, principalmente la de los hijos.

Cuando los hijos crecen y deciden iniciar la vida en pareja, lo primero que contrastan es ‘su deseo’ con el deseo de los padres, ellos deciden con la emoción y rectifican con la razón del deber ser, con las razones de los padre o tutores, con los modelos de pensamiento generacional.

Por algo la estadística señala que el 50% de las parejas en el mundo se separan, y del otro 50%, poco más de la mitad viven en constante conflicto, aquí es donde toman relevancia los modelos de pensamiento del deber ser, esos modelos que aprisionan a las personas en conductas de sufrimiento… esas irracionalidades como —para mí, ser un divorciado es ser un fracasado—, y cuando le preguntas —¿Quién te dijo? ellos responden, —no sé, pero así lo creo—.

Contra un paradigma no hay mucho que hacer mientras no haya conciencia, mientras la persona no se cuestione a ella misma su estructura de pensamiento y separa lo que es de ella y lo que es aprendizaje familiar o cultural.

Lo relativo a la vida en pareja es un ejemplo de los cientos de paradigmas que dominan la conducta de las personas, lo mismo ocurre con temas como: masturbación, aborto, infidelidad, divorcio, o cualquier tema de la vida cotidiana que está conflictuado.

Hay quienes intercambian el fracaso personal por la percepción de la felicidad social, es decir, prefieren que la sociedad piense que por estar juntos en pareja son felices, a que los señalen como fracasados por separarse. Éste, es sólo un ejemplo de tantos que dominan la condición humana cuando prefieren descansar en la ‘tabla con clavos’ del deber ser, que reconciliarse con su verdadero ser.