Por David Uriarte /

Don Herminio Parra Beltrán, un joven de la tercera edad, tiene años ganándose la vida vendiendo pan en la esquina de Miguel Hidalgo y Ramón Corona, afuera de una clínica de salud.

Don Herminio con toda franqueza dice, antes vendía mil pesos al día, hoy, apenas llego a vender 300. Trabaja por comisión y los patrones amenazan con cerrar temporalmente el negocio.

Sin prestaciones sociales, sin esperanza de llevar paradójicamente el pan de cada día a su hogar, con la amenaza de enfermar por la exposición diaria al virus de la pandemia, y la amenaza de quedarse sin sustento económico para él y su familia, esta es una célula del tejido social que empieza a descomponerse a causa del COVID-19, y la sinergia de un gobierno sordo a la asfixia económica de las micro, pequeñas y medianas empresas.

El miedo a enfermar empequeñece ante la necesidad de dar de comer a la familia, el derrumbe de la salud empieza por una conciencia que se resiste a dejar de lado el compromiso de seguridad y protección a la familia en una cultura donde se aprende a ser responsable.

Don Herminio es la muestra representativa de millones de mexicanos que no andan en la calle por su gusto, o por desacato a la recomendación sanitaria de “quédate en casa”, anda en la calle porque vive al día, porque si no trabaja, su familia no come.

La doble matanza de esta pandemia se da por la virulencia propia de la enfermedad, y la virulencia propia de un gobierno insensible, insensible a la pobreza aunque en el discurso todos los días repita la misma frase, -“primero los pobres”-.

El gobierno no produce dinero o riqueza, el gobierno administra el dinero de los contribuyentes, son los empresarios con sus impuestos los que pagan el salario y las obras del gobierno, son los empresarios los que pagan el salario de millones de mexicanos.

El 30 de abril vence la fecha para presentar la declaración anual de las personas físicas, sin embargo, si el SAT no da facilidades a las pequeñas empresas que tributan bajo este régimen, vendrá la muerte de las empresas y el desamparo de las familias, entonces ¿quién nos dará el pan nuestro de cada día?