Por David Uriarte / 

Culiacán presenta asimetrías propias de un territorio cuya inclinación es de la sierra a la costa, desde mil o dos mil metros de altura sobre el nivel del mar en la zona serrana, hasta veinte o cincuenta metros en la ciudad y poblados al margen del océano pacifico.

Entre el aire de la montaña y la brisa del mar, cinco siglos han transcurrido para que las generaciones actuales vivan y disfruten el desarrollo de Culiacán.

El índice de desarrollo humano (IDH) es un indicador que mide el desarrollo humano de un país o ciudad a través de variables como la salud, educación y economía, lo elabora el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) cada año desde 1990.

El relieve de Culiacán en la variable de salud va desde aquellos fallecidos por falta de infraestructura de salud, por la insuficiencia de servicios, hasta los privilegiados que contaron una atención primaria de la salud por la suficiencia de recursos sanitarios y recuperaron su salud.

La salud sigue siendo el intangible más preciado después de la vida, encontrar atención médica en Culiacán es relativamente fácil aún sin tener o contar con recursos económicos, sin embargo, tampoco se puede afirmar que es una garantía.

En materia de educación, Culiacán tiene cubiertas prácticamente todas las opciones desde preescolar hasta posgrado en casi todas las carreras y oficios, sin embargo, la deserción escolar sigue siendo alta y la eficiencia terminal refleja un problema por resolver por parte de autoridades; el fenómeno es complejo, pero sin educación cualquier pueblo está condenado a la miseria de todo tipo.

Si en salud y educación hay tareas urgentes por resolver, lo mismo pasa en la variable de la economía, Culiacán como muchas ciudades de México, es lugar de contrastes, mientras recorres las calles de la ciudad encuentras letreros y anuncios donde se solicitan empleados, al mismo tiempo, escuchas voces persistentes diciendo que no tienen trabajo, que están desempleados, con estrecheces económicas y urgencias por resolver.

El relieve en materia de salud, educación y economía, se sazona con la percepción de inseguridad, haciendo de la ciudad un paraíso de contrastes.