Por David Uriarte

El gobierno ordena y los gobernados obedecen, esta es la ecuación de la paz y el bienestar social. En tiempos difíciles el ordenamiento del gobierno se vuelve más estricto y la conducta de los gobernados más vigilada, todo con el ánimo de conservar la vida, la salud y la seguridad.

En las pandemias como en las guerras lo primero que se ve amenazada es la vida, la integridad física y la seguridad, por eso, el gobierno toma las riendas de la conducta y las actividades cívicas de sus gobernados, se limitan de alguna manera las garantías individuales y se confina a la sociedad a mantener una especie de cuarentena precautoria.

El gobierno aparenta una tiranía controladora con las medidas de contención en casos donde la transmisión de las enfermedades se relaciona con la vida social, con la interrelación de las personas, con la cercanía en la convivencia. Las prohibiciones generan malestar, pero es una forma de cortar la cadena de transmisión infecciosa.

Los gobernados se aglutinan en categorías, desde aquellos cuyos extremos representan el miedo exagerado de perder la vida por el contagio, hasta aquellos insensibles -por decir lo menos-, incrédulos de una realidad, y promotores del contagio.

El gobierno se ve rebasado por un fenómeno poco frecuente, inesperado y amenazante de la vida, el sistema de salud se colapsa ante la incidencia inesperada, la infraestructura médica y hospitalaria resulta insuficiente, y la queja social es abundante contaminada con miedo y sufrimiento.

Los gobernados viven una situación ambivalente, por un lado, la necesidad de conservar su economía, esto implica salir a trabajar en la mayoría de los casos; por otra parte, la imperiosa necesidad de conservar y promover su salud y la de su familia, para esto se necesita además de las medidas higiénicas, el aislamiento social, en confinamiento y la separación temporal de la vida social.

Aquellos que se resisten en cumplir su rol de gobierno o gobernados, inducen el desorden sanitario con sus consecuencias fúnebres, es decir, aumentan la probabilidad de contagio, enfermedad, hospitalización y muerte.

Cumplir con el rol que nos toca, garantiza control sanitario.