Por David Uriarte / 

 

En este nuevo régimen político, los mexicanos están aprendiendo dos cosas: a estirar la mano para que les den, o producir lo que pondrá en su mano y en la mano del que no produce.

Si todos aprenden a estirar la mano obedeciendo la ley del menor esfuerzo, la tendencia será la socialización de la pobreza; si todos aprenden a trabajar produciendo riqueza, fortaleciendo la economía interna del país, la tendencia será la globalización y la competitividad, este es el camino de bienestar social.

Lo más fácil es estirar la mano, vivir de la dádiva, convertirse en un dependiente por decreto, ya sea por edad o condición social incluyendo la pobreza. Entender las potencialidades humanas como trampolín del destino, es el tránsito de la cultura de la dádiva a la cultura del esfuerzo, es aprender a construir bienestar, es darte cuenta de que la diferencia entre tener y no tener se llama motivación, estudio, trabajo, esfuerzo, sacrificio, es evitar la indefensión aprendida.

Promover y mantener una cultura de la dádiva convirtiendo las águilas en gallinas, es opción tercermundista; instalar un sistema de creencias donde al rico se le sataniza, pero se le exprime su riqueza, es una perversidad que multiplica la pobreza y extingue la fuente única de ingreso del gobierno que es la carga tributaria de los que producen.

Vivir en la inmediatez sin planear el futuro, es obedecer al impulso sin el juicio de la razón. No se necesita ser muy inteligente para saber que la riqueza obedece a riesgos financieros, que el 85% de los emprendedores fracasan, que sólo en la persistencia y terquedad de una mente que se resiste a vivir en la pobreza, es que surge el bienestar.

Los tiempos de Robin Hood y Chucho el Roto, de los que robaban a los ricos para darle a los pobres, ya pasaron… hoy se necesita promover una cultura del estudio, del esfuerzo y el trabajo. Hay que levantarse temprano, hacer ejercicio, hidratase bien, inducir hábitos de lectura; saber escuchar, dialogar, respetar las diferencias, y dejar de esperar de los demás, hacerse responsable de la vida y aceptar las diferencias. Entre estirar la mano para obtener la dádiva del que trabaja, y ponerse a trabajar, sólo existe un pensamiento de distancia.