Por David Uriarte /

Este artículo puede salvar relaciones interpersonales. Creer que la vida y la conducta de otras personas deben girar alrededor del pensamiento racional o emocional de quien los ve o los escucha, es el principio de la diferencia, es el principio de la discrepancia, y puede ser la semilla de la discordia interpersonal.

Una cosa es la intervención técnica del experto, y otra cosa es la opinión o la creencia de que las cosas deben ser de tal o cual manera.

Llevar el reloj descompuesto al relojero, el carro averiado al mecánico, o buscar al plomero para que resuelva el desperfecto doméstico, es buscar la solución técnica de los bienes o los servicios, sin embargo, buscar ayuda profesional cuando la salud física o mental se ve afectada, tiene sus cauces y sus objetivos.

En la persona, lo primero es conservar la vida y la salud, una vida plagada de sufrimiento contrasta con una vida saludable.

Hay muchos abordajes cuando de tratamientos médicos y psicológicos se trata, todos tienen el mismo fin, preservar la vida y recuperar la salud.

El pensamiento del enfermo puede surgir de su propia ignorancia, de su experiencia implícita en su enfermedad, o de la inteligencia que lo direcciona con el profesional cuya experiencia diagnóstica y terapéutica, lo convierte en la mejor herramienta para subsanar su dolencia o sufrimiento.

Entre el pensamiento del experto y el pensamiento del enfermo, puede existir un abismo, una distancia irreconciliable, o un espacio de acercamiento para resignificar los paradigmas del enfermo.

Respetar el pensamiento del enfermo, es la llave que puede abrir su conciencia y ver el espectro tan amplio de posibilidades terapéuticas, ya lo dijo Albert Einstein, “es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”, y son precisamente los prejuicios los que hay que desterrar.

Contrastar el pensamiento del enfermo con las evidencias de la ciencia, o incluso con el pensamiento del experto, es el primer acercamiento que dibuja la diferencia y la distancia entre la enfermedad y la salud.

El respeto es el cuarto de negociación cuando se intenta cambiar el paradigma del enfermo, lo más difícil en terapia no es el diagnóstico, es la conciencia de enfermedad. La conciencia es el ancla del pensamiento.