Por David Uriarte / 

La salud, la economía, y la seguridad pública son ejes rectores cuando de crecimiento y desarrollo de un país se habla. Las decisiones temerarias, violentas, agresivas, justas, prudentes o bondadosas; salen de la mente.

La mente es el cañón que dispara municiones de paz o municiones de guerra, tener en tus manos “el maletín nuclear”, no es cosa menor, poder detonar misiles de largo alcance desde los submarinos, portaviones, o plataformas terrestres, es una responsabilidad que le hace cosquillas a cualquier cerebro humano; tener el control de las emociones y la capacidad de frustración es condición indispensable para cualquier mandatario o gobernante.

Justificar las acciones imprudentes diciendo que son facultades inherentes al cargo, minimizar el sufrimiento del pueblo bajo cualquier argucia, permitir o promover atrocidades raciales, y ofender la dignidad humana por el sólo hecho de tener el poder político y económico, es producto de un cerebro enfermo, de una salud mental disminuida, de una inteligencia emocional pobre.

Los gobernados entregan el báculo del poder político al gobernante, lo convierten en gerente del destino de su país, en administrador del dinero que tributan y en verdugo de sus libertades.

Dos cosas evidencian la salud mental de cualquier humano: el lenguaje y las acciones. El lenguaje es la prolongación de los pensamientos, la congruencia entre lo que se dice y se hace es lo esperado, sin embargo, hay quienes piensan una cosa, dicen otra, y hacen otra… este proceso psicológico incongruente establece el pronóstico del pueblo con relación a su gobernante.

De nada sirven los grados académicos, las fortunas personales, y las simpatías, si la salud mental está ausente, es un riesgo estar bajo la férula política y administrativa de un enfermo mental, de alguien que no sabes cómo reaccionará ante la realidad y las exigencias sociales.

El pueblo tendrá que entender la importancia de la salud mental para tener un buen gobierno. Los pensamientos son importantes, pero igual o más los impulsos, un gobernante impulsivo es una garantía de fracaso. Tolerar la frustración es muestra de salud mental.