Por David Uriarte /

La estructura del poder político tiene por “default” la ambición, no se conforma con servir, siempre anhela la luz del reconocimiento en alguna medida, pone a prueba las habilidades sociales. La competencia forma parte del día a día, es decir, siempre espera la evaluación positiva sustentada más en la fantasía que en la realidad.

Las dimensiones de los alcances por actos u omisiones son asimétricas, no se puede nadar en el océano de la política sin el perfil suficiente para soportar las envidias e intrigas propias de una actividad paradójica: la idealización y la devaluación.

Los perfiles psicológicos de las grandes personalidades de la política internacional como Ángela Merkel, Vladimir Putin, Justin Trudeau y Christine Lagarde, por mencionar algunos, tienen una personalidad que combina de buena manera ambición, reconocimiento y habilidad social… también comparten un cerro de críticas.

El ejercicio electoral de los Estados Unidos es la mejor clase de política y democracia para el mundo, se derrumban paradigmas y se construyen nuevos modelos de pensamiento, la fortaleza del poder se tritura y la debilidad de la razón se impone; la suma multirracial y multicultural saca un nuevo producto: la voluntad del deber cívico.

México debe aprender la lección, no estar tan seguros que lo pasado es peor o lo que llegó es lo mejor, la alternancia es como la infidelidad, pone a prueba el verdadero amor, surge de la crisis generada por la seguridad y revive la voluntad.

Sinaloa también tiene oportunidad de aprender, las colisiones o encontronazos políticos que se dieron a partir del gobierno de Jesús Aguilar, se acentuaron con la llegada de Mario López Valdez, y se mantuvieron con el arribo del gobierno actual. La descomposición de la estructura político administrativa en Sinaloa, es producto de la ambición legitima por el poder, sin embargo, los daños colaterales aún son impredecibles para los sinaloenses.

Hoy más que nunca la habilidad social es el puntero de la conducta de los aspirantes inteligentes, no se trata de demostraciones físicas de poder, se trata del arte de la seducción transformada en intención del voto: esa es la anatomía del poder.