Por David Uriarte / 

Cuando alguien dice, “muy en el fondo si le tengo odio o rencor porque no se me olvida lo que me hizo, pero de que hay amor hay amor”, esta es una confesión expresa que muchas personas arrastran a lo largo de su vida en pareja, cuando hablamos del amor romántico.

El malestar emocional de hombres y mujeres en relación a su pareja puede ser crónico, sin embargo, se anteponen muchas necesidades conscientes como la familia, los hijos, el estatus social, la religión, las creencias, el miedo a la separación, la edad, y muchos pensamientos y sentimientos más.

Las relaciones de pareja, funcionales, se sostienen en dos pilares: el cumplimiento de las expectativas y la aceptación de la realidad.

El cumplimiento de las expectativas es lo ideal, ambos miembros de la pareja cumplen los deseos del otro, sin embargo, la funcionalidad también puede estar por el lado de la aceptación de la realidad, ¿Qué quiere decir esto? Que la pareja no busca perfección, tiene flexibilidad y superan los “baches” propios de una ‘carretera humana’ con imperfecciones.

Las personas rígidas, obsesivas, controladoras o manipuladoras conscientes o inconscientes, son las que sufren más ante la realidad que vulnera sus expectativas; arrastran en la vida y en el tiempo amargura que esconden con el amor racionalizado o intelectualizado, esto significa que tapan su verdadero sentimiento con las razones por las que sí se encuentran contentas o piensan que deben seguir en pareja.

Esta postura, tarde o temprano aflora a la superficie de la conciencia y surge el malestar y la rumiación obsesiva de abandonar a la pareja.

Estas personas cuyo odio está vestido de amor, pueden ser seductoras y mostrar simpatía por la relación y la pareja, incluso ser ejemplo social y familiar, pero esconden una carta marcada que sólo ellas conocen: “el odio a la pareja”.

Paradójicamente odio y amor son emociones relacionadas con la misma persona, mientras el odio se esconde en el inconsciente o se tapa con la razón, el amor se dispersa como perfume cuya caducidad puede intoxicar a la pareja. De repente alguien de la pareja dice, “esto se acabó”, se rasgó el vestido de amor y apareció el odio.