Por David Uriarte / 

Dependiendo el territorio a cubrir es la complejidad del proceso electoral, obvio no es la misma complejidad ser candidato a la presidencia de la República, que ser candidato a una gubernatura, presidencia municipal o un distrito local.

A estas alturas y a unas horas de concluir las campañas políticas, de poco sirve que los candidatos que fueron obstruidos por los o las responsables de la comunicación social, lo sepan, es decir, las personas cercanas a la operatividad son el eje donde gira el desempeño político del candidato. Apoyos logísticos, ofrecimiento de reuniones, acercamiento con líderes empresariales, líderes políticos, líderes morales o religiosos, entrevistas en medios, portales, con líderes de opinión… en fin, muchos ofrecimientos se quedaron sin efecto simplemente porque el candidato ni por enterado.

A veces tiene más poder el que cierra la puerta o maneja la agenda, que el propio candidato o candidata. Celo profesional o ausencia de habilidad -puede ser-, porque si se trata de obstrucción o mala fe, entonces tenemos a la iglesia en manos de Lutero, y los resultados se verán en pocos días.

La distancia entre la disposición de algunos candidatos para dar a conocer su proyecto político, y la actitud de sus colaboradores cercanos a veces es diametralmente opuesta; mientras el candidato tiene don de gentes, irradia simpatía, está dispuesto a ser cuestionado, o quiere ser escuchado, sus colaboradores cercanos y de “confianza” le obstruyen el camino a la difusión y el candidato desconoce lo que pasa, hasta que por circunstancias fortuitas se le informa, pero ya no hay nada que hacer.

Todo tiene un precio, y el precio de contar con auxiliares poco experimentados da como resultado una merma en los resultados proyectados, parte de la experiencia perdedora de un candidato a la presidencia de México -por cierto sinaloense-, se dio cuando unos empresarios solicitaron audiencia, pero quien manejaba la agenda les dijo que no había espacio, lo que no supo el flamante colaborador es que le llevaban una suma importante de dinero como apoyo a su campaña; pero nunca lo supo el candidato.