Por David Uriarte /

 

La diferencia entre halcones o punteros y alertadores de la corrupción, es el patrón. Los punteros, son alertadores, informantes, previsores de acciones coercitivas para sus jefes, es la medicina preventiva de la libertad de quienes pagan por saber la distribución física de la fuerza operativa del gobierno.

Los alertadores de la corrupción son algo parecido, son informantes anónimos cuyos datos sensibles e identidad queda protegida por el Estado. Es una manera fácil y rápida de denunciar cualquier intento de acto deshonesto en relación con la función pública.

Los alertadores pueden informar a través de vías confiables y seguras tanto de particulares que promueven o realizan actos de corrupción, como de servidores públicos implicados en los ilícitos.

Este modelo de acopio de información es un intento sano por inhibir la corrupción desde la maquinación de la misma, es decir, la idea tiene por objeto evitar que se lleve a cabo la acción en detrimento del erario de la nación, y que se vea en el gobierno una fuente fértil de ingreso ilícito.

La implementación de la medida de inhibición de la corrupción plantea en sí misma dos cosas, primero, que no se confía en los servidores públicos, y segundo, que no se confía en los particulares. Lo anterior fortalece un nuevo negocio, el negocio de la “extorción” de los alertadores.

Al darse cuenta un tercero de la planeación o confabulación para actos de corrupción tiene en sus manos información que puede convertir en negocio, dinero, o incluso puede ser su condena a pena de muerte, aunque se escuche drástico.

Los informantes no gozan de mucho prestigio, aunque estén protegidos por la ley, recordemos el famoso caso de Enrique Camarena Salazar en 1984, agente especial de la DEA, un informante, alertador o puntero, depende la lectura que le queramos dar, que al ser descubierto termino asesinado dando paso a la historia que involucró a Rafael Caro Quintero.

Es innegable que la intención del presidente López Obrador es más que buena, la instrumentación puede implicar riesgos no calculados. El ataque a la corrupción con instrumentos disuasivos es una opción mientras se construyen los mexicanos honestos.